Sobre la marcha
- anetta6
- 19 sept 2014
- 2 Min. de lectura
La semana había empezado como una cualquiera, pero me tengo que ir acostumbrando a que aquí lo normal acaba siendo extraordinario. Me explico, el martes por la tarde había programada una staffparty, salimos en bus de Reikiavik e hicimos la primera parada en Fákasel, que es el único parque temático de la isla donde puedes asistir a espectáculos para ver en acción al típico caballo islandés. Una vez acabado el show, conocimos a los protagonistas de primera mano, preciosos. Acabamos la jornada en la relajante Fontana Laugarvan, es un centro de bienestar & spa, que tiene baños termales; cenamos una sopa típica y una ensalada de pollo, que a priori os da lo mismo pero es que estaba tan buena que me veo en la obligación de mencionarlo. La guinda, cuando entramos en el agua…. bueno bueno, puedes estar a 45 estupendos grados en las piscinas o a ocho o nueve (en la segunda quincena de septiembre, en invierno estas rodeado de nieve) si te levantas, dado que están a la intemperie. Tienes la opción de ir al lagoque está a muy pocos metros de las piscinas. Yo no sé la temperatura que estaría porque no lo probé, los que sí lo hicieron solo dijeron tiritando que estaba “cold”.
Mejor no podía empezar la semana, pues bien el miércoles me dijeron que sería buena idea si empezara a pasar días ya en los diferentes hostels de la cadena. Dicho y hecho el jueves volé hasta la parte este de Islandia e hicimos una parada en Seyðisfjörður, un pueblo que tendrá unos 1500 habitantes, viendo las imágenes y leyendo sobre el sitio antes de venir ya te imaginas que cada hostel es un mundo diferente, pero este tiene un encanto especial. De momento no contare mucho más, aparte de que la hospitalidad y la comida mejores no pudieron ser porque posiblemente volveré la próxima semana... no se sabe todavía. Lo que es seguro es que volveré en abril o mayo del año que viene porque en invierno este pueblo queda practicamente aislado por el temporal, y el hostel obviamente, está cerrado.
Por fin en la tarde de ayer llegamos a donde estoy ahora, Berunes. Este hostel que era una antigua granja y casa particular, está en un sitio más que privilegiado. Te asomas a la ventana y tiene el mar a muy pocos metros y un fiordo pa ti solo. Es espectacular en todos los sentidos, eso es así, pero si encima tienes la suerte de estar con la hija de los dueños, ya ... que, sea dicho de paso es mi jefa. La noche de ayer, acabó de una manera un poco surrealista, pero en el mejor de los sentidos posibles, acabarla escuchando “Una guitarra” de Serrat, en medio de este paraje increíble, es una de esas cosas que una no espera.
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